Islandia ¿laboratorio neoliberal o laboratorio ciudadano?
Artículo escrito en febrero de 2013. Un esbozo precedente fue presentado en conferencia organizada por CastroVerde el 28 de diciembre de 2012 en Castro Urdiales (España).
©Todos los derechos reservados a Iñigo Pedrueza y Geopolíticas Agitadas 2013.
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PEDRUEZA, Iñigo, Islandia ¿laboratorio neoliberal o laboratorio ciudadano?, in Geopolíticas Agitadas 28 de abril de 2013 (http://www.geopoliticasagitadas.com/islandia-laboratorio-neoliberal-o-laboratorio-ciudadano).
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Resumen.
La crisis financiera islandesa de 2008 ha mostrado los peligros de una economía únicamente basada en el crecimiento y el consumo a ultranza. A pesar de las particularidades de está isla nórdica, es posible esbozar trazos de comparación con otras crisis como las mediterránea, la irlandesa o la norteamericana.
La respuesta en Islandia ha sido distinta, tanto desde el ámbito político como ciudadano. Tras su relativa recuperación, “el modelo vikingo” ha pasado de ejemplo neoliberal a mito anticapitalista.
Pensamos que es necesario un análisis más profundo que clarifique el proceso, evitando la idealización y mostrando los límites, ventajas y determinaciones islandesas. Sólo de esta manera es posible valorar en su justa medida la respuesta popular, comprendiendo las contradicciones y paradojas que han llevado a Islandia, – y a muchos países- al borde de la catástrofe. Caer en la alabanza simplista, puede anular el valor de la opción islandesa, matizable, controvertida, limitada, pero ciertamente diferente.
Consideraciones previas.
El interés de este artículo puede residir tanto en la forma como en el fondo. El análisis de la crisis financiera islandesa, las repuestas políticas y populares a la misma, y la situación a finales de 2012, pueden estar muy determinadas por factores intrínsecos y particulares. El hecho de que Islandia posea una moneda propia, energía y recursos alimenticios abundantes y un tejido industrial suficiente, no deben olvidarse para comprender la relativa facilidad para salir de la crisis. Así, la autonomía económica de Islandia, la solidez de su Estado de bienestar y su baja dependencia del exterior han ayudado a que la crisis fuese más leve y la salida de la misma más rápida, siendo a la vez factores causales de la propia crisis. Al mismo tiempo, tanto las causas de la crisis como las respuestas políticas y sociales pueden servir, si no de modelo, al menos de ejemplo, de caso. Dichas respuestas han sido bastante diferentes a las de los otros países y sus resultados sensiblemente mejores, -una vez más, hacemos hincapié en que el punto de partida económico y sociopolítico no era el mismo-. Por tanto, pueden servir para abrir nuestro horizonte, levantar el cielo gris que nos sepulta, ver las virtudes, pero también los errores de los otros e intentar arribar a un futuro mejor, modificando el presente.
Una segunda salvaguarda necesaria, sería evitar toda idealización de lo ocurrido en Islandia. Uno de los especialistas en el caso, el canadiense Daniel Chartier, publicó un libro en 2011 sobre la repercusión en los medios de comunicación mundiales de la crisis islandesa y su particular revolución. El interés despertado fuera de Islandia es paralelo al desconocimiento y al tratamiento de los hechos de forma incompleta e interesada. La prensa española, por ejemplo, utiliza Islandia para criticar, oportunamente o no, las decisiones de los sucesivos gobiernos españoles. Periódicos como El País tienden a idealizar, mientras que El Mundo o La Razón minimizan la respuesta popular. Se habla de la caída del paro, pero no se explican las diferencias estructurales entre España e Islandia. Se destaca que la nueva Constitución ha sido creada por ciudadanos ordinarios, pero no se dice que fue ratificada por menos del 50% de la población, ni que presenta lagunas legales causadas por el desconocimiento del derecho constitucional de los autores. Dicha Carta se presenta como revolucionaria sin mostrar que muchos de sus artículos ya existen en otras Constituciones.
Éste es pues otro de los límites que querríamos imponernos para no caer en la demagogia simplista, suponiendo que haya una solución milagrosa, una camino, un dogma. El objetivo de este artículo es mostrar precisamente que las soluciones, las respuestas a la crisis económica mundial son diversas, muchas veces compatibles pero, necesariamente adaptadas a contextos diferentes. Ello no es incompatible con propugnar un cambio en el modelo económico, y una modificación de la filosofía que ha organizado nuestras sociedades desde los años 90. La creencia en el crecimiento económico continuo, exponencial, y en una sociedad basada en el aumento del consumo como único objetivo no son sostenibles, ni económicamente -como se está observando-, ni ecológicamente, ni humanamente. El caso islandés no es un caso idílico, no es una excepción perfecta. Creerlo sería un grave error, pues acabaríamos pensando que los ciudadanos de ese país son mejores que el resto y que no son culpables, al menos en parte, a causa de sus propias decisiones. Se trata de un caso difícilmente extrapolable, como mostraremos después, y contiene los mismos límites y contradicciones que observamos en otros lugares. Con todo, ha dado respuestas distintas y resultados mejores, objetivamente, para la res publica y para quienes las componen, los ciudadanos, las personas. Por todo ello, merece un estudio. Para reflexionar y actuar en consecuencia.
El artículo se compone de tres partes. En la primera haremos un breve repaso sobre los acontecimientos de la crisis islandesa. En la segunda intentaremos explicar los porqués de la fuerza de la crisis y de las respuestas de la población. Para terminar, en la última sección, con un análisis sobre lo que puede aprenderse tanto de la crisis como de las respuestas.
1- Del neoliberalismo exitoso a la crisis financiera (1994-2008).
Islandia es un país pequeño en términos de población y peso económico[1], sin embargo, es muy interesante para analizar las grandes corrientes económicas del final del siglo XX. La crisis financiera que se ha desatado en Islandia a partir de 2008, – y no sólo allí – tiene mucho que ver con las políticas económicas previas, que fueron “tremendamente” exitosas. Salvando, y mucho, las distancias, tanto la crisis económica islandesa como la de los EE.UU. o de España, entierran sus raíces en el tremendo “éxito” de sus economías entre 1990 y 2008.
Este artículo no es el lugar para recordar como las teorías económicas neoliberales se fueron configurando, desde el final de la II Guerra Mundial hasta su aplicación a partir de la década de 1960[2], con el apogeo de la Escuela económica de Chicago. No obstante, es capital recordar que Islandia ha sido utilizada como ejemplo de aplicación exitosa de las teorías de Hayek y Milton Friedman al ser uno de los únicos lugares del mundo donde no habían sido un rotundo fracaso, lo cual ahora debería discutirse.
La situación excéntrica del país, las dificultades geo-climáticas y los efectos de la deforestación llevada a cabo por los primeros pobladores de la isla, hicieron de Islandia uno de los países más pobres de Europa hasta el siglo XX. Un mala cosecha, una erupción volcánica o una enfermedad en los rebaños de ganado, suponía una hambruna que podía acabar con buena parte de la población. Así sucedió en 1783 cuando la erupción del Laki provocó la muerte y emigración de casi la mitad de la población de la época. Esa fragilidad económica será atenuada a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, con la presencia británica y norteamericana durante el conflicto y la Guerra Fría. El interés estratégico del que gozará durante 50 años, hará llegar la ayuda y la inversión estadounidense, modificando las pautas sociales y económicas de Islandia.
La economía se diversificará. Así, además de la pesca, el país desarrollará un sector agrario autónomo que, junto a la independencia energética (hidroeléctrica y geotermia) y la incipiente industria de transformación del aluminio (1969), mejorará mucho los indicadores económicos. Sin embargo, Islandia siempre adolecerá de un problema estructural: su tamaño. Incapaz de generar un importante mercado interno, será relativamente dependiente de las fluctuaciones de los mercados internacionales y de los ataques a su divisa, siendo la inflación su problema principal. A pesar de sus problemas, los índices de desarrollo humano serán excelentes gracias a la instauración de un Estado social de tipo escandinavo y a su autonomía energética.
Islandia ha tenido una economía estable y muy independiente, pero con un mercado interior y productos de exportación muy limitados, lo que la ha hecho vulnerable a los vaivenes derivados de las crisis del petróleo de los años 1970. La introducción de políticas de apertura económica se justifica desde los años 80 por los problemas inflacionarios de la economía islandesa. El control de la inflación, una de las obsesiones de los economistas neoclásicos, es el centro de la primeras medidas neoliberales a partir de 1991 (BILLIERES, 2010: 22-23).
En 1994, la entrada en el Espacio Económico Europeo (EEE)[3] terminó de desencadenar el giro económico y político para romper con la regulación estatal de los principales sectores económicos: la pesca y la producción de energía. La privatización de ciertas empresas públicas se acompañó de la liberalización del sector bancario, de las pensiones y la pesca. La consiguiente reducción de la fiscalidad, la caída de los aranceles, la apertura al comercio y a los capitales extranjeros, fueron las medidas subsiguientes. Los bancos se privatizaron en año 2000 y aumentaron las inversiones privadas en sectores como la pesca, la industria de metalúrgica de transformación de bauxita, y se permitió un macroestudio sobre los genes de los islandeses[4]. Hay que señalar, que a diferencia de otros países (América Latina o Asia), esta liberalización no desmanteló el sistema de protección social sino que se combinó con él, siendo justificada como indispensable para mantenerlo, al reducir el peso de las jubilaciones en el presupuesto estatal. Los sindicatos también revocaron los intentos de moderación salarial. Otro de los aspectos de las reformas fue la racionalización y la reestructuración administrativa del país, lo que, al parecer, mejoró la gestión (nacional, local) reduciendo gastos duplicados o inútiles (BILLIERES, 2010: 24).
Los resultados no se hicieron esperar y, en un contexto internacional de crecimiento económico, la economía Islandesa despega rápidamente. La nueva filosofía económica contagia a todo el país, ya rico de por sí y autónomo en términos energéticos y alimenticios. La población y las empresas se endeudan sin dudarlo, -aprovechando unos años de caída de los tipos de interés-, y, gracias al tirón del consumo, la economía crece vigorosamente. Entre 1994 y 1999 el PIB crece un 40%. Una minicrisis, del mismo tipo que se sufrirá en 2008, ralentiza el crecimiento hasta 2001. Pero, entre 2001 y 2008 el PIB crece más de un 160%, lo que significa duplicar ampliamente el valor de la economía en 7 años (ver gráfico, datos hasta 2011).
Burbuja inmobiliaria y burbuja del consumo.
La revalorización de la corona facilitó el crédito barato y generó un proceso especulativo en el sector inmobiliario. Todos los analistas destacan esa carrera hacia delante en este ámbito. La construcción se desarrolló como sector de inversión especulativa a partir de los años 2000. Los primeros síntomas de crisis bancaria aparecen en 2006, justo cuando estalla la crisis de subprimes[5] en EE.UU., al acabarse la confianza ciega de y en los mercados. No obstante, los bancos islandeses obtienen capitales durante dos años (más de 7.700 millones de euros)[6], aún rodeados del aura de “seguridad vikinga” y la connivencia de las agencias de notación como Standars & Poor’s, las mismas que después les hundirán. Los bancos que ya ofrecían créditos del 90 – 100% del valor, comenzaron a hacerlo en divisa extranjera, con tipos bajísimos. Al estallar la crisis financiera en 2008, los islandeses se dieron cuenta de que el parque inmobiliario era inmenso y que numerosas casas y apartamentos estaban vacíos o inacabados. Tras la devaluación, muchos ciudadanos vieron su deuda en divisa extranjera casi duplicada en una situación de aumento del paro y reducción salarial (MORET, 2011: 136-37).
Es interesante observar cómo un país tradicionalmente sobrio y limitado en cuanto a la ostentación y el consumo, se lanza por la senda del consumismo desaforado. Las explicaciones son diversas y pueden tener relación, precisamente, con las penurias del pasado; la influencia de la cultura norteamericana; el interés recaudatorio del gobierno; el cambio generacional o con las modificaciones socioeconómicas mundiales de finales del siglo XX. En cualquier caso, hay que subrayar la desmesura del cambio, la fragilidad del análisis de todos los actores económicos y la ingenuidad de los ciudadanos. Daniel Chartier subraya la noción de exceso, a todos los niveles de la sociedad (2010). Ya en 2008 los artículos periodísticos destacan esa obnubilación: “Islandia era una gran fiesta. Ahora llega la resaca” (FOUCHE, 2008); o “Hasta la bancarrota, el crédito era casi una religión en Islandia. Un préstamo para un 4×4, para la cocina, la televisión. Cuando los hijos querían comprar un casa, hipotecaban la de los padres. Todas las tarjetas eran de crédito diferido y todo se pagaba con ellas, desde el tabaco al pan” (VINCENT, 2008). El escritor de novelas policíacas Arnaldur Indridason, que también es historiador, dijo: “No creo que Islandia se diese cuenta de donde venía el dinero, y lo frágil que era el país” (2008) y todo ello a pesar de que ya se observaban síntomas de lo que se avecinaba: “No han faltado los signos previos a la crisis, pero los islandeses, cegados por el espejismo del hiperconsumo a crédito, no la han visto llegar” (LEMARQUIS, 2008).
Deriva financiera islandesa.
A finales de 2007 el Estado islandés está aún poco endeudado (27% del PIB), pero los hogares han sucumbido ante el crédito fácil que ha permitido el tremendo aumento del consumo y la inversión. Las políticas monetaristas de liberalización influyeron en el aumento del crédito y los incentivos al consumo, animados por el Estado y los bancos. El mercado inmobiliario y de bienes de consumo crecieron sin control creando una burbuja inmobiliaria (segundas viviendas en Islandia o Alicante) y haciendo de Islandia el país con más 4×4 por habitante del mundo (BILLIERES, 2010: 30-33). El endeudamiento familiar medio era en 2006 del 240% de sus ingresos brutos. Además, desde 1997 la balanza comercial sólo es positiva en 2002, debido al aumento de la demanda de bienes de consumo importados, a crédito y a los flujos financieros (BILLIERES, 2010: 35-36).
La prima sobre la deuda islandesa (CDS) aumenta, la corona islandesa sufre en los mercados y el Banco Central debe deshacerse de sus reservas para comprarlas y mantener su cotización. A pesar de ello, a mediados de 2007, la corona islandesa ha perdido un tercio de su valor con respecto a las principales monedas internacionales. El Estado, que ha agotado sus recursos, apela al sector privado.
Los bancos desregulados carecen de fondos propios dado el pequeño tamaño del mercado islandés, por lo que los tres principales, Landsbanki/Icesav, Kaupthing y Glinir, abren sucursales en el exterior para capitalizarse. Las sucursales británicas, holandesas y escandinavas de la Banca islandesa no pueden competir con los grandes bancos ya establecidos, por ello, su estrategia consiste en desarrollarse en el mercado de Internet, ofreciendo tasas de interés mucho más altas que las de la competencia. Estas cuentas de ahorro e inversión tienen mucho éxito en Holanda y Gran Bretaña, permitiendo a los bancos acumular capital. Para garantizar la rentabilidad prometida, los banqueros islandeses se lanzan en una carrera sin freno por conseguir producir beneficios. Los bancos invierten comprando otros bancos, hoteles de lujo, supermercados y grandes almacenes en los países escandinavos y el Reino Unido. En virtud de los tratados del EEE, Islandia pertenece de facto pero no de iure a la UE, por lo que sus bancos y empresas actúan con la misma facilidad que las empresas europeas pero únicamente controladas por el Banco Central Islandés y sin la supervisión del Banco Central Europeo (BCE). La facilidad para desarrollar un modelo descontrolado se explica también por ser la élite financiera islandesa muy pequeña, -se habla de 30 personas-, y por la corrupción y los flagrantes conflictos de intereses, al ser muchas veces las mismas personas las que controlaban las instituciones públicas y privadas[7].
El problema es que la sostenibilidad de este sistema económico de crecimiento rápido, obliga a que el aumento del valor monetario de los activos propios de los bancos sea mayor que el del su descomunal deuda (capital + intereses). Como eso no se consiguió, – habría que discutir si es posible lograrlo a medio plazo-, los bancos islandeses, recurrieron a estratagemas legales, pero irreales e improductivas (préstamos interbancarios, prestamos cruzados), o simplemente ilegales, como los préstamos ficticios. Los bancos se prestan a sí mismos gracias a una empresa fantasma, aumentado el capital sin ninguna base real[8]. Además, entre 2006 y 2008 las comisiones y organismos islandeses que debían reformar y conseguir estabilizar el sistema bancario y financiero se mostraron totalmente ineficaces y ausentes. Empeorando el panorama mundial, el 15 de septiembre de 2008, uno de los grandes bancos comerciales mundiales, Lehman Brothers quiebra repentinamente. La crisis internacional (subprimes, bancos de inversión) no es la causa principal de la crisis islandesa, ni de la española, sino el catalizador de las mismas, el factor revelador de las incoherencias e inconsistencias de sus modelos económicos.
La Crisis financiera en Islandia 2008-2009, crónica de un éxito.
La diferencia entre las consecuencias de la crisis financiera en Islandia y en el resto del mundo tienen que ver con el tamaño relativo de los bancos. Francia, España, Alemania o Bélgica han sido, hasta ahora, capaces de reflotar uno o varios bancos para mantener en pie el sistema financiero nacional y europeo. En 2009 el Estado islandés es incapaz de salvar a los tres bancos principales que quiebran casi simultáneamente y cuyas deudas combinadas suponen 5 veces el PIB nacional. Además, a diferencia de los países de la zona Euro, Islandia no cuenta con el apoyo ni con el interés de sus socios en salvar la moneda común. Cuenta, en cambio, con la devaluación como arma, positiva para las exportaciones. Pero, la raíz de la crisis en Islandia se encuentra en su modelo de crecimiento, se debe a un problema sistémico -el capitalismo desaforado sólo conduce a crisis cíclicas-, lo que se agrava por las particularidades de las economía pequeñas. La debilidad económica islandesa, su moneda muy dependiente del exterior y basada en una riqueza limitada y concentrada en pocos productos, se une a la alta dependencia de las importaciones de bienes de consumo y a los préstamos adquiridos en divisas extrajeras, lo que añade un grave peligro al devaluar la moneda. La devaluación supone, en la práctica, la bancarrota, ya que la deuda multiplicará su valor en la misma proporción que la divisa nacional lo pierde respecto a las otras. Pero la paradoja consiste -al igual que en la crisis española- en que, para mantener en pie el sistema, es necesario aumentar el crédito, el consumo, hacer que la velocidad de circulación del capital sea cada vez mayor. Algo imposible.
Al hacerse públicos los problemas de financiación, se desencadena un ataque contra los bancos, desde las agencias de notación hasta el público, que empieza a temer por sus ahorros e inversiones. Así, en octubre 2008 los bancos islandeses quiebran en cadena ante la imposibilidad de hacer frente a las retiradas de los clientes británicos. La interconexión y las prácticas de riesgo de los tres bancos hacen esto ineludible y rápido (los préstamos y participaciones cruzadas suponían el 70% de los fondos propios) (BILLIERS 2010: 55). En esos días, el gobierno se contradice, primero prometiendo asumir el pago de la deuda en caso de quiebra, para después votar una ley que garantiza el pago de los depósitos, únicamente, si la cuenta tiene sede islandesa. Esto supone un impago de facto, haciendo que los inversores en Holanda y Gran Bretaña pierdan todos sus capitales, tanto los grandes como los pequeños.
Ante el impasse, el gobierno británico aplica la ley antiterrorista (Anti-Terrorism, Crime & Security Act) a Icesave bloqueando los activos del banco en Gran Bretaña, para impedir la retirada de efectivo en el Reino Unido y el uso de esos fondos en Islandia. La equiparación de Islandia a los rogue states, implicados en terrorismo y narcotrafico, desencadena un incidente diplomático. Al mismo tiempo, tras la nacionalización, los ciudadanos islandeses se convierten en responsables subsidiarios de las malversaciones de un puñado de sus compatriotas.
El dilema ético, jurídico, pasa pues de un problema de derecho comercial a un ámbito político, esencial, sistémico. Si bien es lógico que los Estados garanticen la estabilidad del sistema financiero evitando que una quiebra lo destruya, más lógico sería cortar de raíz las prácticas bancarias que están en el origen de las quiebras. La intervención y la regulación son denostadas por vulnerar el sacrosanto dogma liberal, excepto cuando se socializan las pérdidas de actuaciones ilógicas que se asemejan a la magia, ¡a la ciega creencia en el crecimiento económico exponencial sin base real ni productiva! ¿Es o no y en qué medida una sociedad responsable de las actuaciones legales pero destructivas de algunos de sus ciudadanos?.
La situación en octubre de 2008 es crítica, Holanda y Gran Bretaña presionan al gobierno islandés para que acepte un plan de pago de la deuda de los inversores en el exterior. Este plan, draconiano no es aceptado por el Presidente Grimsson. Ya se tratase de una medida de presión para renegociar el plan, fuese una medida voluntaria y política, o sí, como aducen algunos, fuese fruto de la imposibilidad de hacer otra cosa, el resultado fue que Islandia apareció nuevamente en todas las portadas del mundo, como el país que se había negado a socializar los desmanes de las finanzas. Islandia es, a partir del no del referéndum de marzo de 2010, el ejemplo a seguir, el mito de la lucha anticapitalista.
El impago islandés no es legal, ya que un referéndum no puede anular una decisión previa legalmente firmada. Además, incumple los tratados del EEE al discriminar a los ciudadanos por su nacionalidad. Por otra parte, Islandia debería poseer un fondo de garantía en caso de quiebra bancaria[9], lo que muestra la incompetencia de políticos que, tras un hecho consumado, se refugian en el populismo, como es el caso del Presidente Grímsson.
Uno de los objetivos del artículo es analizar esta idea. ¿Se trata de una percepción del resto de europeos ávidos de nuevas respuestas, de justicia? ¿Se trata de una coincidencia aprovechada por los líderes islandeses para hacer de una derrota total una victoria honorable? ¿Existe la posibilidad de políticas públicas diferentes al ajuste y la reducción del gasto social? Se trata de cuestiones fundamentales. Hasta la victoria de François Hollande en Francia en mayo de 2012, ningún partido de izquierda o de derecha había logrado ganar unas elecciones con un discurso que no propugnase los ajustes. Al mismo tiempo, los planes de ajuste aplicados en Grecia, Portugal, Irlanda o España no han hecho más que agravar la caída del consumo, aumentar el desempleo, la precariedad, la pobreza y la debilidad de los Estados para hacer frente a la propia crisis. Veamos qué ha ocurrido en Islandia.
2- Islandia se rebela, ¿solución posible o mito ingenuo?
Los efectos de la crisis en Islandia fueron rápidos y duros. Con el final del crédito, la situación de muchas familias se deteriora inmediatamente. La caída de la confianza afecta al consumo, al sector servicios, aumenta la inflación y el paro, y la corona se devalúa hasta un 60% -una pérdida de valor de 100.000 millones de dólares – (MORET, 2011: 147). En 2008, el 35% de los hogares tiene problemas de endeudamiento y, en 2009, el consumo se hunde, el PIB cae un 6,5% y numerosas empresas quiebran, sobre todo PYMES (BILLIERES, 2010:60). El descontento gana progresivamente las calles y la población despierta y se enfada por no poder seguir consumiendo.
Una de las cuestiones que primero tenemos que resolver es la explicación de las medidas tomadas por las instituciones islandesas. ¿Por qué Ólafur Ragnar Grímsson[10], -presidente de Islandia desde 1996 y responsable tácito de la deriva financiera-, se niega a firmar la ley que hacía garante subsidiario al Estado islandés? ¿Por qué hace uso, por segunda vez en la historia del país, del veto, vulnerando la regla no escrita de ser únicamente un poder simbólico? Los autores discuten sobre si se trata de una manera de conseguir un acuerdo menos draconiano (un segundo acuerdo más favorable ve la luz en diciembre de 2010, pero será igualmente rechazado en abril 2011[11]); si, simplemente, no era posible otra solución, o si es una declaración de principios contra la financierización de la economía y la sociedad;.
A favor de la primera opción, la negociación, se puede decir que sería lógico buscar un pago más cómodo y menos duro. El tipo de interés, los plazos, cambian mucho del primer acuerdo al segundo. Además, el referéndum proporcionó al gobierno un arma para negociar contra los acreedores: queremos pagar pero la población se niega.
Sobre la segunda posibilidad, la determinación, el politólogo Eirikur Bergmann afirma que: “Fue un accidente: no queríamos, pero tuvimos que dejarlos quebrar y ahora los políticos tratan de vender esa leyenda de que Islandia ha dado otra respuesta” (El País, 2 de abril de 2011). El tamaño de la deuda era colosal e Islandia, como hemos avanzado, no poseía la protección del euro, con lo que ningún país se preocupó demasiado ante la posibilidad de la bancarrota de Islandia y del hundimiento de la corona.
Finalmente nos queda la opción ciudadana, la oposición de la población a pagar los desmanes de la Élite financiera. Este análisis posee la ventaja de mostrar los valores públicos, la fortaleza de la democracia, pero también evita asumir las consecuencias de los actos de los que casi toda la población islandesa, -en medida diferente, evidentemente- era culpable por el consumismo y endeudamiento descontrolado. ¿Los islandeses despiertan y acusan a los malvados, o se lavan las manos y evitan la autocrítica? Si esta explicación fuese la preponderante, la posición islandesa se acercaría – en el fondo, no en la forma – a la del resto de países, pues en toda Europa se han buscado cabezas de turco que salven a una mayoría, responsable tácita. Al mismo tiempo, y sin ser incompatible, esta opción es interesante porque abriría – salvando las distancias económicas y sociales – la posibilidad de otras políticas, de otros caminos distintos al ajuste en países como España. Es, sin duda, la más tentadora, la más atractiva, lo cual no quiere decir que sea la más exacta.
Con todo, más allá de la causa real de la decisión islandesa, ésta ha tenido muchas consecuencias. Y, se quiera o no, los resultados han sido vinculados a la negativa ciudadana de cumplir contratos y tratados, de pagar los fondos perdidos por los bancos islandeses fuera de Islandia. Es conveniente matizar este último punto, ya que se trata de un flagrante caso de discriminación intraeuropea, algo tajantemente prohibido por la UE y los tratados del EEE. Esa es la madeja islandesa, de donde se pueden extraer hilos que lleven a políticas públicas más justas y sostenibles, pero de la que también sobresalen la idealización y la mitificación de decisiones muy concretas y coyunturales.
La movilización popular.
Una vez iniciada la crisis con la quiebra del sistema bancario islandés en 2008, la población comienza a protestar y manifestarse. Ante las protestas, el presidente Grímsson utiliza su veto y suspende el acuerdo del gobierno que aceptaba la nacionalización de la deuda privada de los bancos en quiebra. El gobierno del Partido de la Independencia (conservador) de Geir Haarde, dimite el 26 de abril ante la presión popular y el desagravio presidencial. En las elecciones de abril de 2009, el Partido Socialdemócrata y el Movimiento de Izquierda y Ecologista consiguen la mayoría absoluta. Johanna Siguroardottir forma un gobierno que debe negociar el pago de la deuda con Gran Bretaña y Holanda. El presidente se niega a ratificar el acuerdo en diciembre de 2009, que es rechazado por referéndum por el 93% de los votos, el 6 de marzo 2010 (con una abstención del 33%). Nuevamente en abril de 2011, y por los mismos motivos, negativa de Grímsson a firmar el segundo acuerdo, y nuevo referéndum negativo con 60% de los votos (con un 25% de abstención).
Los referéndums no son la única muestra del desasosiego y la tensión social. La presión popular es muy grande. Ya a partir de octubre 2008 la población protesta y se organiza tras años de preponderancia individualista: manifestaciones en su mayoría pacíficas, en las que no hubo heridos de importancia y en las que nunca se quemó ni un solo coche (MORET, 2011: 154). Estas protestas fueron una de las causas de la caída del gobierno y del cambio de tendencia del Presidente Grímsson. Un nuevo gobierno y nuevas políticas vieron la luz y los cambios afectaron a todas las áreas.
En primer lugar, podemos hablar de los cambios en el control público del sector bancario y la apertura de causas judiciales contra los responsables de la crisis. Se introduce un mayor control del sector bancario, reforma del Banco Central de Islandia (BCI) y de la Comisión de Control financiero (FME). Asímismo, se producen importantes cambios en la dirección institucional. En la Comisión de Control se nombra a uno de los principales críticos con el modelo anterior, Gunnar Haraldsson. Se introducen junto a los políticos, puestos ocupados por expertos en economía sin implicación directa en el sector. En definitiva, existe un mayor control estatal del sector bancario junto a una gestión más profesionalizada. De esta forma, se han limitado los riesgos financieros de los bancos – mucho más vigilados y controlados – y los préstamos indexados en divisa (BILLIERES, 2010: 67-68).
En segundo lugar, hay que hablar de la investigación judicial y reforzamiento de la fiscalía. Se crean comisiones de investigación y una fiscalía especial desde enero de 2009. Se investiga a los bancos, y en junio de 2010 se producen las primeras detenciones, sobre todo, entre los responsables de los bancos. Los delitos son variados y graves: fraude, préstamos dudosos, malversación de capitales, manipulación del mercado, evasión de divisas y fraude fiscal. Sin embargo, los responsables públicos (los tres últimos gobernadores del BCI y de la Comisión de Control Financiero), aunque se reconozca su negligencia, no pueden ser condenados.
A nivel legal, desde mediados de 2010, una comisión compuesta por 25 personas sin afiliación partidaria (Foro Nacional) es elegida entre la población para crear una nueva Constitución (36% de participación). En marzo de 2011, el presidente crea un comité Constitucional de 25 miembros que ayuda al Foro Nacional a la creación de la Constitución. Los principales cambios se refieren a la información – que deberá ser mucho más clara y pública -, y a lo relacionado con la democracia directa – derecho a plantear una pregunta parlamentaria (2% de los electores), un proyecto de ley (10%), o convocar un referéndum (10%) -. Aunque, aparentemente, estas medidas parezcan revolucionarias, ya existen en las constituciones de Francia y Alemania (para convocar un referéndum, por ejemplo), en el Parlamento Europeo (transparencia y acceso público de toda la documentación), o en los distritos del ayuntamiento de París, o Castro Urdiales[12] (transmisión de los debates).
La movilización popular y la participación son destacables, tanto como la elevada abstención en las consultas populares. La fractura social podría destacarse, tanto como la revalorización de la ciudadanía y la influencia popular en las reformas. Por eso nos parece que es tan peligrosa la minusvaloración como la idealización del proceso. La negación interesada muestra el interés de los causantes directos del las crisis por ocultar sus desmanes, mientras que la idealización impide que la reforma necesaria sea eficaz, al sobrevalorar el consenso y al mitificar conductas irreales. Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que la democracia directa y la influencia en los políticos es más evidente y real en un país como Islandia, de pequeña población y alto consenso sociocultural.
Vikingos Financieros o Ciudadanos Vikingos
La respuesta de los islandeses a la crisis, las protestas contra los dirigentes gubernamentales y los bancos, y las medidas políticas subsiguientes parecen haber reconducido a Islandia por la senda del crecimiento económico y la estabilidad social sin demasiado menoscabo para su nivel de vida y estado de Bienestar. El hecho de haberse enfrentado a la Banca internacional y de no haber pagado todo el coste de la gestión suicida de los bancos islandeses ha creado un nuevo mito. Siguiendo ese razonamiento, la crisis habría hecho despertar la conciencia ciudadana creando el primer precedente de lo que debe hacerse. Es una visión positiva del proceso, una revisión del mito de David contra Goliat, un renacimiento del “verdadero espíritu vikingo», lo que haría de Islandia un país diferente, de sus protestas una revolución y de su victoria un milagro[13].
Como ya hemos apuntado, la cuestión del análisis es complicada ya que los autores no están de acuerdo sobre si considerar como tal la “revolución” islandesa. Para el escritor Gudbergur Bergsson: “Ahora “la calle” ha conseguido hacer caer al Gobierno, o mejor dicho, el Gobierno ha caído por sí solo después de haber estado 12 años con el mismo partido en el poder. Esta vez no se trata de lucha entre ideologías de izquierda y derecha. Ahora es el dinero el que ha ocupado el lugar de las ideologías. “La calle” ha perdido su dinero, con el cual iba a comprarse algo parecido al sueño americano, y por lo tanto se rebela violentamente” (BERGSSON, 2011). En cambio, el también escritor Einars Már Gudmundsson afirma, refiriéndose a la nacionalización de la deuda de los bancos: «We’re told if we reject the terms, we will be the Cuba of the North. But if we accept, we’ll be the Haiti of the North» (in EVANS-PRITCHARD, 2012)
Incluso el FMI, tradicional defensor de las políticas de ajuste de corte neoliberal alaba las medidas islandesas: “Primero, se formó un equipo de abogados para asegurar que las pérdidas de los bancos no fueran absorbidas por el sector público. Al final, el sector público tuvo naturalmente que intervenir y garantizar que los nuevos bancos estuvieran suficientemente capitalizados, pero quedó al margen de las enormes pérdidas del sector privado. Esto fue un logro muy importante”. (THOMSEN, 2011). Y el Ministro de Economía de Islandia, Árni Páll Árnason, afirma: “La dinámica cooperación con el FMI ayudó a preservar el modelo nórdico de bienestar de mi país” (in THOMSEN, 2011).
He aquí la cuestión, ¿lo hecho en Islandia es lo “justo”?, ¿fue lo correcto?, ¿sus medidas son un nuevo camino para el resto del mundo?. No queremos responder, o al menos no queremos hacerlo tajantemente. Preferimos ampliar la discusión, analizar todos los elementos y situarlos sobre la mesa para que se pueda realizar un debate completo y los ciudadanos de otros países puedan constituir un pensamiento más cabal sobre lo sucedido en Islandia y en sus propios países.
3- La necesaria contextualización islandesa.
La cuestión del Euro.
La situación económica en Islandia en 2012 es bastante positiva. La devaluación de la corona a la mitad de su valor tras la crisis hizo más competitivas sus exportaciones, aportando divisas con las que mantener la solvencia del Estado. La pérdida de poder adquisitivo y el aumento del precio de los bienes importados redujo la salida de capitales de Islandia y proporcionó a la balanza comercial un superávit importante. La posesión de una divisa independiente lo permitía, al igual que la fragilidad y dependencia de la corona había agravado la crisis precedente.
Tanto la devaluación como la moneda común, el euro, cuentan con elementos positivos y negativos, lo que exige mayor seriedad y análisis en los discursos populistas, que simplistamente abogan por la vuelta a las monedas nacionales. El impacto de la crisis en países extremadamente dependientes de la importaciones de energía y otros productos básicos como España, Grecia o Portugal, – a diferencia de Islandia, autónoma en energía y alimentos -, hubiera sido colosal y mucho más drástico de no existir el euro, que es, en parte, también el causante de sus crisis.
Islandia posee una industria pesquera muy importante (explotación directa y cotas vendidas a otros países), un sector agrícola (cultivos, fundamentalmente, en invernaderos), un sector industrial (aluminio) muy desarrollado. Además, un buen potencial en I+D+i, universidades y científicos competentes. Turismo. Ya en 2009 el balance comercial es positivo y las exportaciones crecen rápidamente. Por otra parte no podemos olvidar, el hecho de que haya poca población y la existencia de un sentimiento de solidaridad, consenso y una cultura social desarrollada, han contenido la debacle.
Papel de la cultura social y estado de bienestar.
Acostumbrados a la disputa vana, al debate ilusorio, al recurso a las identidades inventadas, – como todas, pero las nuestras inservibles -, en España no podemos comprender como en otros lugares existe un cierto consenso sobre la dirección que un país debe tomar en un momento de crisis. Sin caer en la idealización que criticamos y siendo cautas a la hora de comparar un país de 300.000 habitantes con otro de 45 millones, observamos que Islandia ha aprovechado un nuevo consenso social para enfrentarse a la crisis. Un aspecto que lo refuerza, es el nivel cultural y un Estado Providencia amplio y asumido. Islandia no es ni Suecia ni Noruega, pero, tal vez por la rudeza de su geografía, ha ido desarrollando una cierta conciencia de solidaridad, justamente la que el modelo consumista estaba rompiendo.
No obstante, como en los otros países escandinavos su modelo socioeconómico se
ha caracterizado por un alto nivel de intervención publica en la economía, incluso cuando se aplicaron las políticas neoliberales. Esta tercera vía (nada que ver con la corriente de Tony Blair) destaca por un intervencionismo estatal en diversas áreas: salud pública, educación e investigación. El modelo escandinavo ha conjugado una economía abierta y productiva (liberalismo) con un Estado de bienestar y un alto nivel de imposición fiscal (socialismo redistributivo). Un ejemplo de ese modelo mixto es un sistema de pensiones privado obligatorio desde 1974, que se une al sistema mínimo público. Un ejemplo de todo lo anterior es que los desahucios no existen en Islandia,[14] y la población castigada por las hipotecas ilógicas es ayudada con planes de pago fraccionado y la anulación de la deuda a los tres años, bajo ciertas condiciones económicas.
Otra característica del modelo escandinavo, el nivel de consenso social, ha sido también muy amplio. Al igual que el poder de los sindicatos, lo que ha llevado casi siempre a la cooperación y el dialogo entre capital y trabajo. El trabajo, la cooperación y la ayuda han sido valores importantes socialmente.
Finalmente, el nivel de formación y su potencial cultural son muy grandes en proporción con su población y excentricidad geográfica. Un simple ejemplo: la isla es uno de los primeros países del mundo en la tasas de formación universitaria, lectura, edición y producción de libros.
¿Culpables o inocentes?
Es la justicia quien tiene que decidir las penas y las absoluciones. Sin embargo, creemos indispensable una cierta autocrítica. De ella puede nacer un acción social, individual y colectiva más adecuada, tras haber reconocido los errores. No es un mea culpa público, es la inteligencia de quien corrige un error y lo intenta solventar.
Islandia es un país avanzado cultural y políticamente. La equidad de los sexos es muy alta, la presencia política y económica de las mujeres una realidad[15]; el respeto por la naturaleza grande, y sin embargo, ha sido el espacio de gestación de una burbuja financiera tremendamente peligrosa. Con todas sus virtudes los islandeses cayeron en la trampa: “Exceso de confianza, exceso en la desmesura, exceso financiero con respecto a la economía real. Los economistas que observaban el país, – al que se calificaba de laboratorio del neoliberalismo-, han podido constatar las consecuencias lógicas de una situación limite provocada por las nuevas reglas de producción de la riqueza. Cualquier motivo era una ocasión para endeudarse más imaginando los beneficios futuros” (CHARTIER, 2010:4). De repente, todo se vino abajo y la vanidad se convirtió en miedo e incertidumbre: “Todos los valores en los que creíamos han cambiado en pocas semanas. Hemos pasado 10 años pensando únicamente en el dinero, en comprar, comprar más, coches, casas, endeudarnos. Pero se ha terminado. Ahora miramos de otra manera los Range Rover. Hoy, se les llama Game Over” (EYNSTEINDOTTIR, 2009).
La cultura, la preparación, el estudio, la experiencia no sirvieron de nada y todo el país confió en la ganancia fácil, en los intereses legendarios, en la ilusión de la recapitalización geométrica[16]. Pocos se preguntaban cómo era posible. Una pequeña élite ha dirigido el tinglado, pero muchos, se beneficiaron, al menos temporalmente (BILLIERES, 2010: 34). La burbuja inmobiliaria española fue negada por el gobierno y los ciudadanos de igual manera. Al estallar, todos se alzaron buscando un culpable sin encontrarlo.
Con España se comparte otro elemento: el desdén por la cosa pública en países de enriquecimiento rápido, que han olvidado su pasado humilde. La demagogia es una enfermedad contagiosa, y rápidamente se puede señalar a la Unión Europea, el Euro, los inmigrantes, cayendo en el populismo y el nacionalismo. En España se sabe bien. Pero Islandia no está inmunizada. El caso de la elección de Jòn Gnarr[17], alcalde de Reykiavik, es un ejemplo. Su partido aporta la necesaria novedad: «(…) tuve la impresión de que Islandia necesitaba algo nuevo, aire fresco». A pesar de ello, la política debe ser seria y el actor cómico ha debido enfrentarse a problemas para los que hace falta algo más que surrealismo: «He dicho que Besti Flokkurin es un partido anarco- surrealista, que combina lo mejor del anarquismo y del surrealismo. Y esta ha sido siempre mi convicción política, de verdad» (en MORET, 2011:159).
A estos brotes populistas hay que añadir el dato de la abstención, alta en muchas de las elecciones y refrendos. La percepción idealizada de la democracia islandesa debe matizarse, ya que uno de los principales responsables del cambio radical de política, el presidente de la República, Ólafur Ragnar Grímsson reelegido en 2012, es también uno de los grandes responsables de la crisis[18]. En conclusión, sin la autocrítica individual, la ciudadanía no podrá, ni en Islandia ni en el resto del planeta, legitimar la condena de los grandes culpables, ni tampoco cambiar las políticas económicas que, indefectiblemente, llevan a las crisis.
¿Soluciones productivistas o sostenibles?
El hecho de que la salida islandesa de la crisis haya sido más fácil se explica, en buena medida, gracias a sus particularidades económicas, ecológicas y culturales. Mostrando las limitaciones de su modelo, no pensamos invalidarlo políticamente, únicamante presentarlo de forma más objetiva. Así, será posible extraer prácticas, opciones, líneas políticas aplicables a otros contextos. Sólo retirando el velo del idealismo, podemos observar con precisión los aspectos útiles de la crisis y la reforma en Islandia. Si cabe, la reflexión es más importante, cuando analizamos las nuevas políticas públicas islandesas, no necesariamente, tan ideales.
Así, el nuevo modelo económico que se debate en Islandia busca otros sectores que substituyan a las finanzas. Junto a la exportación de productos alimentarios y al turismo verde existe un tercer sector del que queremos hablar brevemente.
La “práctica gratuidad”[19] de la energía ha atraído las inversiones de los grandes grupos metalúrgicos del aluminio. El gobierno actual discute si atraer a otras empresas con ese incentivo. Hoy existen tres fabricas y dos proyectos de las grandes multinacionales (Río Tinto, Alcoa y Century Aluminum Company), con una producción de 760.000 toneladas (3,5% de la producción Mundial) (BILLIERES, 2010: 17). A pesar de la gran cantidad de divisas que genera, el sector del aluminio está en manos de grandes multinacionales extranjeras. Además, el progresivo aumento del numero de fábricas (tres en la actualidad) y de su producción exige nuevas infraestructuras y el aumento de la producción energética, con el consiguiente coste económico, y sobre todo, ecológico. La construcción de la gran presa de Kárahnajúkar ha inundado una parte del sudeste de la isla, la segunda área virgen más grande de Europa.
Una vez más el debate a corto plazo entre la necesidad de divisas y la visión a largo plazo se enfrentan. No parece lógico trasladar millones de toneladas de bauxita desde Surinam, Indonesia o Brasil hasta Islandia para producir el aluminio y reexportarlo a China, EE.UU o India. La huella en carbono y el coste energético real de tal proceso sólo es asumible por su alto precio actual y por los excedentes energéticos islandeses. No se tiene en cuenta la contaminación y la destrucción de toda una región del país. Al mismo tiempo, el desarrollo de la industria del aluminio choca con el del sector turístico.
Saving Iceland critica esa deriva, como se muestra en el documental Dreamland de Andri Snaer Magnasson[20] que afirma: «Lo que hicieron las empresas energéticas fue contar cuántas fuentes de agua caliente y cuántas cascadas había en Islandia y, a partir de aquí, calcularon cuántas presas podrían construir y cuánto aluminio podrían fabricar, y nos dijeron que, si aceptábamos su apuesta, los islandeses seríamos más ricos» (en MORET 2011:75).
Salir de la dependencia financiera y caer en una típica economía subdesarrollada (supeditación del ámbito político al económico), puede que no sea la mejor solución. Sin embargo, es una posibilidad de refinanciación de una economía maltrecha. Nuevamente una encrucijada, una decisión más de esas que son importantes y que a todos competen.
Conclusión.
Creemos haber mostrado que el origen de la crisis islandesa reposa en su propio crecimiento. El PIB aumentó sin base real vinculando la fantasía unificada del crédito, el consumo y la confianza. La distancia entre el valor real de los activos islandeses y el precio por el que se intercambiaban supuso el corolario supremo de una economía ilusoria e insostenible. Por suerte para los islandeses, su escaso numero, su Estado menos destruido que otros, sus protestas y la riquezas que su naturaleza ruda esconde, les han permitido sobrellevar la crisis y no hundirse en las décadas perdidas que han sumido a América Latina, África y Asia.
España comparte las fechas y muchos de los motivos. No ha sido el sector financiero el principal culpable, o al menos no de la misma manera. Los Bancos, el Estado y los ciudadanos españoles han creado su propio agujero negro, el inmobiliario. Hablar de la crisis española supondría otro artículo similar, pero podemos destacar que los datos se parecen a pesar de las diferencias. El PIB español también se ha duplicado sin producir riqueza real. El crédito y el aumento del precio (que no del valor) de los inmuebles en España ha permitido otra fantasía: la del crecimiento español. Sin embargo, comparando la situación actual con la de Islandia, no podemos ser tan optimistas. Pocos recursos energéticos, pocas industrias y sectores de punta, descrédito total de la clase política, falta de alternativas que no sean los nacionalismos y el populismo, alta dependencia exterior y frágil, descentralizada y desorientada respuesta popular.
Los extremos se tocan en una economía mundo. El neoliberalismo muestra los problemas de la apertura de las economías pequeñas, que suelen depender de un sector (países subdesarrollados y emergentes) y que necesitan un equilibrio económico y productivo que es difícil lograr. Pero también la imposibilidad de las grandes economías para crecer indefinidamente (China, EE.UU., Brasil). No lo soportan los recursos escasos, la naturaleza, los consumidores, los seres humanos.
Las medidas tomadas en Islandia son positivas e ineludibles. A nivel macroeconómico, con el control y la regulación pública de los bancos y de las propias instituciones públicas; y micro, con el refuerzo de los valores ciudadanos, la democracia, el interés por la política, la solidaridad y las relaciones entre los niveles micro y macro. Pero esas medidas sólo serán eficaces si se realizan a nivel internacional. Para evitar los dilemas del prisionero (que ciertos países regulen pero otros no), es indispensable la cooperación seria, duradera y fiable entre los países.
Asimismo, la integración europea puede ser un elemento limitador de la crisis, aunque posee, como lo muestra la situación griega, portuguesa o española elementos negativos. La UE ha demostrado la falta de solidaridad y confianza, pero también ha mostrado que sus mismos mecanismos de solidaridad han impedido la bancarrota de Grecia. Islandia dentro del euro habría tenido que controlar más drásticamente a sus bancos y hubiera recibido un trato diferente de los Países Bajos y Gran Bretaña. Además, las consecuencias de una quiebra bancaria habrían sido suavizadas por el colchón del euro (BILLIERES, 2010: 81), como ha ocurrido en España. Europa no es el problema, sino tal vez la solución, si avanza y disuelve los países actuales igualando los impuestos y los derechos, controlando a las multinacionales globales y aplicando medidas de respeto social, ecológico e internacional.
Por último, y quizá, lo más importante, las sucesivas crisis del modelo económico basado en el crecimiento exponencial, han mostrado los peligros sistémicos de tal camino. Cada vez más aparece como necesaria la revisión de esos modelos y la búsqueda de un equilibrio. Un equilibrio entre la producción material, de la que hay una falta acuciante en muchas partes del mundo, y un “decrecimiento” en otras que malgastan y despilfarran los recursos. Es una utopia pensar en una justicia global, en un reparto menos injusto, pero las limitaciones ecoeconómicas y los riesgos harán de esta utopia una realidad obligatoria:
« No ha sucedido ninguna catástrofe en Islandia sino un pequeño frenazo de la megalomanía nacional, producto del aislamiento, y uno podría pensar que como consecuencia la nación entrará en razón. Sin ser forzados los países no entran nunca en razón (BERGSSON 2011) »
Iñigo Pedrueza Febrero 2013.
Epílogo
En abril de 2013 el Partido de la Independencia y sus aliados liberales retoman el poder. Los artífices del desaguisado recobran el poder con argumentos antieuropeos y con el discurso demagógico, y liberal, de reducir los impuestos, liquidar la deuda de los ciudadanos y volver a la economía de casino de antes de la crisis.
La ya exprimera ministra Johanna Sigurdardottir, que no se había presentado a la reelección, afirmaba en 2010:
“Los bancos privados fracasaron, el sistema regulador fracasó, los políticos fracasaron, la administración fracasó, los medios fracasaron y la ideología de un mercado libre y desrregulado fracasó por completo”(BBC Mundo 2010).
Para los partidos vencedores nadie es culpable, ni el sistema económico, ni los políticos, ni los medios, ni los ciudadanos. Pareciera que para los ciudadanos islandeses tampoco. Los vendedores de 4×4 ya se frotan las manos.
Iñigo Pedrueza, abril 2013.
Bibliografía.
– BANCO MUNDIAL, Datos: http://datos.bancomundial.org/indicador/all
– BBC Mundo, Islandia: «negligencia en crisis financiera», 12 abril 2010, http://www.bbc.co.uk/mundo/economia/2010/04/100412_1834_islandia_negligencia_crisis_bancos_gm.shtml
– BERGSSON, Gudbergur, «Cubierto de mierda y de sangre ajena», EL País 11 abril 2011. http://economia.elpais.com/economia/2011/04/11/actualidad/1302507173_850215.html
– BILLIERES, Kevin, L’Islande face a la crise Finacière, Memoire (directeur de Memoire, Olivier Brossard, Institut d’Etudes Politiques, Science Po Toulouse, 2010.
– CHARTIER, Daniel, La spectaculaire déroute de l’Islande : l’image de l’Islande à l’étranger durant la crise économique de 2008,Presses de l’Université de Quebec, 2010.
– EYSTEINSDOTTIR, Kristín, en DELESALLE, Nicolas, “Les révoltés du geyser”, Télérama 8 marzo 2009.
– EVANS-PRITCHARD, Ambrose, «Angry Iceland defies the world», The Telegraph, 8 noviembre 2012, http://www.telegraph.co.uk/finance/comment/ambroseevans_pritchard/6938414/Angry-Iceland-defies-the-world.html
– FOUCHE, Gladys, “Iceland is in the heart of the economic storm, The Guardian, 6 octubre 2008.
– INDRIDASON, Arnaldur in GUMBEL, Peter, “Iceland: the country that became a hedge fund”, en FORTUNE, 4 diciembre 2008.
– KRUGMAN, Paul, “Comerse a los irlandeses, El País 28 noviembre 2010”. http://elpais.com/diario/2010/11/28/negocio/1290952344_850215.html
-LEMARQUIS, Gérard, “Happés par la tourmente, les Islandais lorgnent sur l’Union européenne”, LE MONDE, 8 octubre 2008.
– MAGNASSON, Andri Snaer, Documental Dreamland.
– MARTIN, Iain, «Iceland Should Have Stuck to Fishing», Wall Street Joulnal, 6 de enero 2010, http://online.wsj.com/article/SB10001424052748703436504574640480739163664.html
– MORET, Xavier, Revolución bajo el volcán, 2011, Alba, Barcelona.
– THOMSEN, Poul, “Cómo se recuperó Islandia tras haber estado a punto de morir”, Fondo Monetario Internacional. Publicado el 26 de octubre de 2011 en el blog del FMI iMFdirect http://www.imf.org/external/spanish/np/blog/2011/102611s.htm
– VINCENT, Elisa, “Naufragés d’Islande”, Le Monde, 24 octubre 2008.
[1] 320.000 habitantes; 105.000 km2 ; PIB 14.000 millones de Euros (2011). Fuente: Banco Mundial.
[2] El neoliberalismo es una corriente filosófico-económica que, apoyándose en el liberalismo clásico, propugna una teórica reducción del papel del Estado. Su influencia, se reduciría a las áreas que no le interesen a la iniciativa privada. El mercado sería el regulador automático gracias al equilibrio entre demanda y oferta, por lo que se desea la privatización del sector público, la flexibilización de la legislación laboral, el fin de las subvenciones estatales y que cada individuo financie por sí mismo su educación, asistencia sanitaria y jubilación.
[3] El EEE supone una unión económica sin unión aduanera, ya que los tratados de 1992 que vinculan a la UE Islandia, Noruega y Liechtenstein garantizan la libre circulación de mercancías, capitales, servicios y personas. El hecho de que incluyan también acuerdos de competencia, protección de los consumidores y educación y, que Islandia sea miembro del espacio Schengen, hace que de facto, Islandia esté casi más integrada en la UE que el Reino Unido. Este elemento es importante para descartar un aislamiento total islandés.
[4] La empresa deCode genetics consiguió que se aprobase una ley para poder estudiar el material genético de los islandeses previo pago millonario.
[5] La crisis tiene muchas semejanzas con lo ocurrido en Islandia, pero también en España. Las bancos, pero no sólo ellos, necesitan rentabilizar sus capitales cada vez más rápidamente. Por ello, rehúyen progresivamente las operaciones y prestamos más seguros pero con menor rentabilidad, dirigiéndose hacia aquellos más arriesgados, pero que otorgan mayor interés. Esta tendencia antisistémica hace que cada vez se preste más y a mayor interés a aquellas empresas o particulares que tienen más dificultad para amortizar la deuda. Los créditos subprime o créditos basura son la conclusión lógica de una deriva destructiva. Los préstamos hipotecarios españoles son otro ejemplo de esa política comercial bancaria.
[6] Landsbanki/Icesave 6.700 millones de euros solo en el Reino Unido y Holanda con 425.000 clientes. Glitnir y Kaupthing Edge 1.000 millones entre los dos. En total, los depósitos en Europa sumaban casi la mitad del PIB islandés.
[7] El presidente Grímsson ha estado muy relacionado con los Vikingos de las finanzas y Davið Oddsson ha sido, alcalde, primer ministro durante 14 años y después presidente del Banco Central Islandés.
[8] “Los tres bancos principales de Islandia –Glitnir, Landsbanki y Kaupthing–, privatizados en 2001, tenían una deuda externa combinada que excedía entre cinco y seis veces el Producto Interior Bruto de la nación y suponía unos 160.000 euros por habitante. Operaban en veinte países y habían comprado empresas punteras en Inglaterra y en Dinamarca. Los banqueros corruptos se concedían créditos a sí mismos, a sus amigos y a algunos políticos, sin que fuera necesaria ninguna garantía”. (MORET, 2011:146)
[9] En favor de la decisión islandesa puede decirse que no discrimina por nacionalidad, sino por lugar de apertura de la cuenta. También se puede afirmar que, según el Banco central sueco (EVANS-PRITCHARD, 2012), la directiva europea estaba mal redactada, lo que deja en el aire las « obligaciones ». Igualmente, resulta paradójico que los gobiernos británico y holandés pongan el grito en el cielo y acudan al rescate de sus nacionales, sólo cuando la crisis estalla y la presión mediática es fuerte. ¿Por qué no actuaron antes en contra de las malas prácticas de sobra conocidas de los bancos islandeses en su territorio ? (MARTIN, 2010). Holanda y Gran Bretaña destacan por su sector financiero, que ha tenido prácticas similares y errores semejantes.
[10] En septiembre de 2008, el presidente Grímsson apoya una iniciativa muy mediatizada del Banco Kaupthing para que el Emir de Qatar compre una participación. En realidad, el montaje se basa en un préstamo del propio banco al Emir, que pocos días después vende sus participación a uno de los principales accionistas islandeses del banco. (BILLIERES, 2010 : 56)
[11] El primer acuerdo suponía un pago de 5.100 millones de euros a un interés del 5,5%; el segundo, de 3.900 millones de euros al 3,5%.
[12] Ciudad costera del norte de España donde se expuso en conferencia el contenido de este artículo.
[13] En el libro de Xabier Moret (2011: 8-12). se muestra está visión, no necesariamente la del autor de estas líneas.
[14] En Islandia, por su clima, equivaldría a la pena de muerte, no lo olvidemos. Es decir, hay un elemento cultural derivado de una solidaridad pragmática (escasa población, ayuda reciproca).
[15] No nos parece acertado pensar que el desastre humano se deba a un sexo u a otro. Preferimos apoyarnos en causas económicas, políticas, sociales, culturales, que marcan roles y actuaciones y que desarrollan intereses antisociales.
[16] Islandia ha sido un laboratorio de la financerización de la economía. La parte financiera ficticia llegó a multiplicar por 12 el valor de la real (MORET 2011 : 199-200)
[17] Jòn Gnarr, actual alcalde de Reykiavik, es un humorista y ex cantante punk que ganó las elecciones con un antiprograma electoral, humorístico e iconoclasta.
[18] El escritor Bergsson tiene palabras particularmente duras en contra del presidente : “Ólafur Ragnar Grímsson, un megalómano confuso, un ex parlamentario que en la política ha cambiado de camisa varias veces, la ha perdido y ha conseguido una nueva que luego ha vuelto a perder por su oportunismo, pero enseguida consigue otra: la presidencia durante 15 años es un regalo de una nación parecida a él, una nación confusa y aislada durante siglos del continente europeo, del pensamiento europeo, que aun así de vez en cuando consigue hacer una pequeña limpieza mental inclinándose, buscando apoyo y protección en el regazo americano, el regazo de un imperio que se resiste a aceptar su realidad: que se ha cubierto de mierda y de sangre ajena” (BERGSSON, 2011). NO HAY PUNTOS
[19] El 80% de hogares se calientan con geotermia y la energía hidroeléctrica es ampliamente excedentaria. Existen proyectos para exportar esos excedentes hacia Gran Bretaña vía las islas danesas de las Feroe.
[20] «El complejo hidroeléctrico de Kárahnajúkar, el más grande de Europa, constaba de cinco presas en cadena que habían dado origen a un lago artificial de 193 metros de alto por 730 de largo. Había costado en total un- os 1.000 millones de euros y su único objetivo era proporcionar energía eléctrica a la planta de fundición de aluminio Fjardaál, situada a unos 75 kilómetros de distancia, en la costa de Reydarfjördur.
El problema radicaba en que por el camino se habían tenido que destruir unos paisajes bellísimos. El Gobierno, que había impulsado el proyecto junto con la multinacional Alcoa, argumentaba que Islandia no podía vivir siempre de la pesca y que la planta de aluminio, que había entrado en funcionamiento en abril de 2008, daría trabajo a 450 personas y produciría 940 toneladas de alumino por día, con un potencial de 436.000 toneladas métricas anuales, pero la mayoría de los islandeses no veía con buenos ojos aquel macroproyecto.» (2011:72-73).