“Saturnine llegó a la conclusión de que estaba enamorada de un enfermo mental, de un hombre vanidoso, de un ser totalmente extravagante, pero no de un asesino”. Barba Azul, (2012:100)
Amelie Nothomb es probablemente una mente privilegiada. Ello no es precisamente una bicoca, ya que todas las personas aquejadas de atisbos de genialidad suelen combinarlos con otras manías, fobias o problemas menos agradables. Y esto suponiendo que la genialidad sea algo positivo. Los genios observan la realidad con perplejidad, como si no creyesen lo que ven. Algunos, los menos escrupulosos y los más malignos, son capaces de utilizar la estupidez general en su beneficio y se convierten en magnates, en déspotas o malignos inventores que desean destruir el mundo para reconstruirlo a su imagen y semejanza. Los bondadosos, lo ven todo tan claro que inmediatamente son reclutados por los manicomios, olvidados en un rincón o fusilados sumariamente.
Los genios literarios, se escudan, se protegen con sus escritos, mirando la realidad desde la barrera de su ebúrnea torre. Con dos pinceladas de su genio son capaces de vender dos panfletos, recibiendo el dinero y la admiración suficiente para quedar al margen. Un margen selecto donde pueden hablar y divagar. Considerados bichos raros, locos inofensivos, bufones agradables, pasean su existencia cómodamente. Pero no dejan de poseer el don y este aparece, a retazos, lentamente o a borbotones, en las paginas de sus novelas, en las esquinas de los poemas o en el fondo críptico de un ensayo. Son genios muy a pesar suyo, pero cuando lo asumen son capaces de sobrellevar las fobias y los maltratos, acariciando incluso la felicidad.
La escritora belga lo ha conseguido todo gracias a sesiones intempestivamente sistemáticas de escritura bajo los efectos de tazas y tazas de té. De cuatro a ocho de la mañana rellena páginas con rítmica dedicación. Muchas de ellas no se publican y se ocultan en un cajón protegido por su testamento. No las destruye pero no las quiere publicar, aunque sabe que una vez sus derechos de autor superados, cualquiera podría reproducirlos. Pero no las destruye. Curiosas paradojas que encantarían a Milan Kundera. De su diaria labor no tiene problemas para cumplir sin problemas con la cadencia anual de su libro, siempre presentado para la rentrée littéraire en septiembre. Así 22 libros publicados desde 1992, uno cada año, algunos leves locuras de 150 páginas otros, desvaríos más densos que combinan la fragilidad del grosor de la obra y la pesadez de temáticas siempre cercanas a la locura.
Hija de un diplomático belga nacida en Japón, pasó parte de su infancia allí y en China e, incluso, llegó a trabajar en el país del sol naciente, experiencia plasmada en el que quizá es su mejor libro: Estupor y temblores de 1999. Amelie Nothomb ha sufrido de anorexia y bulimia, y si los relatos enumerados en sus novelas tienen algo que ver con su verdadera infancia y adolescencia, choques culturales y problemas psíquicos que habrían destruido a cualquier persona. Todo ha sido tratado y aireado, por ejemplo en la también muy destacable La Metafísica de los Tubos. Famosa por sus sombreros de copa deformados, por sus entrevistas alocadas, Amelie Nothomb es genial, creo que lo hemos dicho. Porque tras esa máscara, ese personaje que juega con lo que es real y lo que no lo es, con lo que es autobiográfico y con lo que es pura ensoñación, se encuentra un trabajo profundo que explora los entresijos de la literatura.
Metaliteratura dirán algunos, es decir, una novela que analiza el propio hecho de escribir, las motivaciones y los objetivos, que mezcla lo novelesco con la pluma que lo escribe. La palabra es categórica, no me interesa. Pero sí la idea. Porque es indudable que Amelie Nothomb ha sobrevivido gracia a la literatura, gracias a contar lo que sentía, lo que la quemaba por dentro, sus angustias, sus miedos, sus temores y sus horrores. Ella ha hecho de cada una de sus novelas una sintética sesión de autoanálisis. Y ha tenido éxito porque ha superado los fantasmas horrorosos que no la dejaban vivir y al tiempo ha encontrado en el espejo de sus lectores millones de almas gemelas. Creo, en ese sentido, intentar algo similar al compartir lo que se oculta en los adentros, aireándolo y haciendo que cada mirada, sirva como un huracán de aire fresco que aleja las miasmas y los terrores.
Las novelas de Nothomb son a veces retazos, densos en ciertos aspectos, muy volátiles y poco definidos en otros. Muchas veces explora los bordes de lo real, juega con lo ridículo y con lo absurdo, pero siempre con el retazo, el vinculo genial que ata al lector a la historia, por absurda o extravagante que sea. Barba Azul, es una revisión de la novela de Charles Perrault, del asesino de mujeres. Una revisión donde el personaje masculino es un noble español monárquico y conservador exiliado en la republicana París por un conflicto que un ancestro habría tenido con el dictador Franco. Don Elemirio Nibal y Milcar, engolado y admirador de la Santa Inquisición es, sin embargo, un personaje atractivo y tremendamente interesante. Culto y delicado, sastre de excepción, diseñó trajes únicos para cada una de sus difuntas esposas. La historia de Perrault es conocida por los propios protagonistas, por eso, la heroína, la profesora belga Saturnine Puissant (Poderosa) sabe adonde va cuando cae prendada por las conversaciones y los encantos de Elemiro. Se traza y se teje así una relación con sutiles conversaciones que hablan de lo divino y de lo humano y que nos prendan a nosotros también, hasta un desenlace inesperado.
Así es Amelie Nothomb, a la que nos imaginamos sin problemas conversando y degustando las delicias de la cocina de Elemiro Nibal, siempre aderezada con los mejores champanes. Así es ella, conversando con asesinos interesantes, con locos imaginarios, con jefes opresores, con obesos seculares. Así, son sus novelas, extrañamente geniales, indispensables, ligeras como 150 páginas de caracteres amplios. Libros que se leen de un golpe. Libros que una vez leídos refulgen dentro de uno, porque la bilis, el veneno y la ambrosía venían mezcladas con el mejor de los champanes y todo, todo, nos lo hemos bebido. Ahora, la bilis, el veneno, la ambrosía y algún tipo de amor, forman parte de nosotros. Deberemos asimilarlo para sobrevivir, pero ya no seremos incólumes a la genialidad más extraña.