América, James Ellroy, Reseña VII


Portada de la edición española de América.

“Ha llegado el momento de desmitificar toda una época y de construir un nuevo mito desde el arroyo hasta las estrellas. Ha llegado el momento de aceptar a esos hombres malvados y el precio que pagaron por definir secretamente su tiempo.” Prólogo de «América».

No desvelo nada con la frase que encabeza la reseña. Y no lo hago porque no soy yo el que habla, es el propio autor, el peculiar James Ellroy. Así se termina el prólogo que abre su trilogía América, con una frase lapidaria y definitiva. Es un resumen y compendio de lo que se nos contará a lo largo de tres volúmenes y casi 2.000 páginas.

Ellroy es uno de los escritores más importantes del panorama literario norteamericano. Escritor crudo, egocéntrico, soberbio -en sus dos acepciones-, trazó en esta serie una historia paralela de los Estados Unidos. El rey del policiaco estadounidense se alejó en 1995 de la novela negra pura, para mezclar historia reciente, imaginación y realidad, siempre con la trama oscura y de los bajos fondos. Los bajos fondos, aquí son todo el país, los Estados Unidos, un gigante hegemónico podrido y corrupto hasta el tuétano. Ésta su historia, sin contemplaciones, sin piedad ni esperanza.

La historia personal de Ellroy es macabra. Su madre fue asesinada y el crimen nunca resuelto. Este fantasma le perseguirá, e influirá una vida caótica que conoce las drogas, la delincuencia y la cárcel. A los 30 años, el amante de los policíacos abandona la mala vida y comienza una nueva como autor de novelas. En 1981 aparece su primera novela, Réquiem por Brown, llena de las experiencias autobiográficas de Ellroy. En 1995, el autor, ya consagrado, se enfrenta con su metódica forma de trabajar, a un desafío colosal: historiar los años 60 norteamericanos. Son años de guerra fría, de mafia, de caza de brujas, de cambios políticos que recuerdan a la famosa frase de Lampedusa. John Fitzgerald Kennedy y su hermano Robert, Howard Hughes, Edgar Hoover, Jimmy Hoffa, Sinatra, Santo Trafficante se pasean por las páginas entrelazando los destinos de la mafia, la economía y la política del país más poderoso de la Tierra.

Gracias a tres personajes inventados, Pete Bondurant, Kemper Boyd y Ward Littell, los lazos y las relaciones se tejen, se desarrollan, se deshacen. Nadie sale indemne de la novela, algunos mueren, otros sobreviven, pero todos son malvados. Los malvados, o los iluminados (Hughes, Hoover), no se redimen y quienes aparentan ética, pronto sucumben al marasmo de la corrupción, el dinero, el trafico de drogas e influencias y la búsqueda vana del poder. El contrapunto es más flagrante ya que los años 60 son años de crecimiento económico, de optimismo basado en el american way of life y en la creencia norteamericana de representar la libertad y el mundo libre. Pero la guerra fría sólo es una excusa para censurar, controlar y manipular a los norteamericanos. Cuba es un espantapájaros que permite alimentar la industria armamentística y promover acciones ilegales y descontroladas de mercenarios pagados con los beneficios de trafico de drogas!! Todo ello aprobado por el FBI, conocido por la CIA y la Casa Blanca.

Ellroy no escribe un libro de historia y no debría leerse como tal. Esto no impide que la información histórica sea real, ni que la parte novelada se base, si no en certitudes, al menos en trazos extremadamente verosímiles de los entresijos, las luchas de poder,la  corrupción política y social de los años 1960.

La novela tampoco ofrece ningún personaje atractivo y contradictorio, el antihéroe al que se suele coger cariño a lo largo de las páginas. No hay un perdedor interesante y sabio, hay, en cambio, una omnipresente sensación de perdición y derrota, de vacuidad y sinsentido, presente, masiva, pero cínica y neutra. EE.UU., el mundo, no tienen solución, pero tampoco importa.

James Ellroy, un mente particular, un autor de intéres.
James Ellroy, un mente particular, un autor de intéres.

Ellroy se sumerge como una anguila en este mundo oculto y oscuro, que se haya tras los conciertos de Sinatra en Las Vegas, las galas de Washington y los platós de Hollywood. Ellroy disfruta, con un estilo abrupto, tajante y acerado que le ha hecho famoso. Esa cadencia trepidante y afilada confiere un ritmo cinematográfico, -no en vano, varias de sus obras han sido adaptadas al cine-, una tensión que se desprende y nos llega en cada página. Pero más allá del estilo, muy trabajado a pesar de las apariencias, el autor posee una genialidad que se ausenta de muchas otras novelas negras. El libro es largo, los personajes muchos, la trama imbricada, a veces, difícil de seguir sin una enciclopedia y un verdadero libro de historia. Con todo, un aura, un flujo, algo nos anima a leer esos capítulos vivos de un tema tan recurrente que había dejado de ser atractivo. Y las páginas vuelan hasta el desenlace que todos conocen.

América continúa en «Seis de los grandes» (The Cold Six Thousand).

América, (American Tabloid), Ediciones B, 2010, 780 páginas.


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